Hacia un mundo nuevo

Ser para los niños, modelo de calma frente al descontrol.

Cuidado

 

Artículo por: Carolina Harris.

Los niños aprenden de nosotros los recursos para enfrentar el estrés, y la propia  gestión de las conductas y emociones.

Ser para ellos un referente de autorregulación.

Sabemos que los desafíos de cada etapa de desarrollo a veces implican lidiar con altos niveles de estrés y que en lo cotidiano, muchas veces sentimos que si los niños pequeños pudieran tranquilizarse más fácilmente, nuestra tensión disminuiría. Esto ocurre porque somos seres sociales y en las relaciones, nuestras respuestas de calma y estrés siempre influyen en el otro.

Hay que tener en cuenta, que en el desarrollo de los primeros años de vida,  es muy esperable que los niños pequeños presenten dificultad para gestionar el estrés y las emociones intensas; que el desarrollo de las zonas del cerebro responsables de habilidades como tranquilizarse o prestar atención aún no alcancen su madurez y que cuando las cosas se complican, lo más frecuente es que se activen las zonas cerebrales que los llevan a protegerse del peligro, atacar, gritar, huir, llorar etc.

Un ejemplo podría ser el caso de una mamá o un papá que está con muchas preocupaciones del trabajo, que no ha dormido bien y que tiene un niño pequeño que estalla en llanto porque su hermana le sacó un juguete que era suyo. Se entiende que en un momento de mayor aflicción como este, la paciencia del adulto para manejar la situación se reduzca y que en vez de resolver el problema con altura de miras, se enfade y le grite para que deje de llorar.

Sin embargo, sabemos que esta última reacción (aunque es entendible),  producirá una escalada que puede terminar en más caos y más descontrol y que, por el contrario, un cuidador que pone en práctica estrategias para mantener la calma, logra autorregularse y resolver mejor las situaciones difíciles de la crianza. La autorregulación, es la habilidad personal para administrar la atención y emociones, lo suficiente como para organizar el comportamiento, controlar los impulsos y resolver conflictos de forma exitosa y se ejercita cada vez que al sentirnos abrumados, utilizamos estrategias que nos ayuden a volver a la calma sin que nos dominen las emociones del momento.

Dado que en la infancia temprana esta capacidad no se encuentra desarrollada, los niños necesitan ser co- regulados; es decir, para regularse, necesitan la relación con un otro;  principalmente un adulto disponible sensible y autorregulado que los ayude a recuperar el control, con lo cual va sentando las bases para el desarrollo individual de esta habilidad.

Actualmente, existen estudios que confirman que la autorregulación en los padres, moldea  las habilidades de autorregulación que los niños aprenden durante sus vidas. Cada vez que nos presentamos ante una situación difícil; ellos aprenden mucho más desde nuestro ejemplo, desde la forma en que ejercemos disciplina y a través del clima emocional en nuestras familias y otros reguladores externos (espacios que nos brindan calma o estrés, por ejemplo).

Esta autorregulación parental es tan importante que algunos estudios a embarazadas demuestran que aquellas que se autorregulan y modulan su propio estrés, incrementan las posibilidades de que sus bebés desarrollen mejor estos procesos en sus sistemas nerviosos.

Un gran desafío y un lindo propósito para grandes y chicos; desarrollar la autorregulación juntos;  creando hábitos y estrategias saludables.

No se trata de querer cambiar a nuestros niños, sino de aprender y que ellos aprendan a tolerar las emociones desagradables, caminando juntos en el proceso de integrar conductas más adaptativas, para que las habilidades para enfocarse, concentrarse y tranquilizarse en las situaciones difíciles se vayan convirtiendo paulatinamente en algo más natural.

Practicar estas 4 estrategias de autorregulación juntos nos permite como adultos, aprender a lidiar con el estrés en momentos críticos y al mismo tiempo, ejercitar esta habilidad en el niño. Hay que tener en cuenta que el éxito de estas prácticas se mide en el tiempo, viendo cómo el niño evoluciona globalmente y no sólo midiendo los efectos puntuales en un momento determinado. 

 

 

 

Por último, no olvidemos que somos humanos y cometemos errores todo el tiempo y que cuando perdamos el control, podemos centrarnos en reparar: así también enseñamos desde el ejemplo qué hacer frente al daño y a la equivocación.

Debemos tener en cuenta que como adultos, tampoco somos perfectos. Nos distraemos por nuestros pensamientos, por las cosas que no podemos controlar y que ante el estrés también se nos hace difícil  gestionar nuestras emociones y reorganizarnos.

Cuando nos hemos desregulado frente a los niños, también tenemos la oportunidad de reparar la relación con ellos, y así demostramos con el ejemplo que también los momentos de desacuerdo y desregulación son oportunidades para cambiar las cosas y enfocarse nuevamente en lo necesario para recuperar la sintonía y la conexión.